Sin embargo, me acordaré de mi pacto contigo en los días de tu juventud, y te estableceré un pacto eterno. Entonces te acordarás de tus caminos, y te avergonzarás, cuando recibas a tus hermanas, a la mayor y a la menor; y te las daré por hijas, pero no por tu pacto. Y estableceré mi pacto contigo, y sabrás que yo soy Jehová; para que te acuerdes, y te avergüences, y nunca más abras tu boca a causa de tu vergüenza, cuando me apacigüe contigo por todo lo que has hecho, dice Jehová el Señor. Ezequiel 16:60-63
Después de grandes convicciones de pecado y grandes denuncias de juicios contra Israel en la parte precedente del capítulo 16 de Ezequiel, el Señor aquí en el cierre recuerda la misericordia en medio de la ira, y termina todas sus tristes y pesadas palabras con un dulce "sin embargo" (v. 60). Y, en efecto, la misericordia debe comenzar por parte de Dios: "Sin embargo, me acordaré de mi pacto contigo en los días de tu juventud, y te estableceré un pacto eterno."
Y cuál será el efecto de esto, lo vemos en el versículo 61: "Entonces te acordarás de tus caminos, y te avergonzarás". Es digno de nuestra observación que cuando Dios dice: "Me acordaré de mi pacto", entonces añade: "Te acordarás de tus pecados". Por lo tanto, es evidente que nunca un buen pensamiento, nunca un pensamiento penitente, habría llegado a nuestros corazones, si no hubieran entrado en el corazón de Dios algunos pensamientos de paz y buena voluntad. Cuando Él se acuerda de su pacto de misericordia para con nosotros, para no recordar nuestros pecados contra nosotros, entonces nos acordamos de nuestros pecados contra nosotros mismos con vergüenza.
Y en la última parte del versículo, añade: "Cuando recibas a tus hermanas, a las mayores y a las menores" (v. 61): es decir, cuando las naciones gentiles, algunas de ellas mayores que tú y otras menores, tanto antiguas como modernas, sean recibidas en la comunión eclesiástica, y poseídas como miembros de la Iglesia1 de Dios.