Habían prometido amarse y respetarse mutuamente, pero entre ellos había otra promesa que ninguno de los dos había pronunciado. Jenna Butler le había salvado la vida a Gage Dalton, por lo que él estaba obligado a devolverle el favor. Y sólo el matrimonio le daría a Jenna la custodia del bebé de su hermana.
Así pues, Jenna se mudó al rancho de Gage… pero no a su cama. Había llegado virgen al matrimonio y, aunque se decía una y otra vez a sí misma que no esperaba nada, lo cierto era que sí tenía ciertas esperanzas. Su esposo la respetaba, pero parecía necesitar la ternura que sólo una esposa podía darle…